Mito y realidad

Frater Faber Dardănǐus

(A partir de la lectura de: Frankfort, H. A. et. al. El pensamiento prefilosófico.
México, FCE, 1979.)


Ya de suyo es un dilema el título de este capítulo y que utiliza el autor. Y es que esta idea es una constante en el pensamiento occidental, oponer mito a la realidad, como si fuesen los mitos del ámbito de las fantasías y esos hombres antiguos hubiesen sido como pequeños niños incapaces de pensar y nosotros, el hombre adulto moderno le fuese a rescatar de entre los escombros. Creemos que no es así, mito o mitología debemos de entenderla como ese relato que primeramente de manera oral y luego de forma escrita dio consistencia a las antiguas civilizaciones y que, cada una, fue labrando con sus distintos dioses, héroes y relatos varios, para formar el destino mismo de sus pueblos y por ende de los nuestros, el mito como una forma viva de comprender el universo. Diversas organizaciones iniciáticas –aunque no sólo– dan cuenta de ello.

Veamos algunas contradicciones y puntos que vemos críticamente en este breve capítulo y que es la presentación del libro ya citado, “el pensamiento especulativo se distingue de la mera especulación ociosa…” (p. 13). Así sin más este autor afirma que se puede especular o bien con algún sentido u ociosamente, y es que su planteamiento afirma que esa era la forma en como los hombres en la antigüedad llegaban a formar sus mitos y por ende su historia. Nunca se “lograban” separar de la experiencia, y esto por supuesto, dice él desde su óptica científica, es un pensamiento ya superado: “Porque, con la ciencia, poseemos otro instrumento para la interpretación de la experiencia que ha logrado realizaciones maravillosas y mantiene entero su poder de atracción.” (p. 14). Acertado el comentario en cuanto al poder de atracción no en cuanto a lo demás.

Más adelante afirma, “la ciencia pueda comprender a los objetos y a los acontecimientos como regidos por leyes universales que permiten predecir su comportamiento bajo circunstancias definidas.” (p. 16). Subrayemos lo de circunstancias definidas, ¿podemos separarnos de la naturaleza para aprender desde una fría visión de laboratorio?, ¿ver “todo” como si fuese una muestra más? Si uno revisa juiciosamente los acontecimientos de la vida, se comprenderá que la toma de los mismos resultan ser la resulta de una rica mezcla, en donde se involucran diversos factores, mucho de ellos ni siquiera medibles en “circunstancias definidas” o cualquier otro parámetro.

Efectivamente como dice él, “Para el hombre primitivo, el mundo no es inanimado ni vacío, sino pleno de vida” (p. 16). Y creemos que algunos planteamientos debieron de seguir esta afirmación suya, pero en el siguiente párrafo encontramos esta otra: “no es de esperar que en los documentos antiguos del Cercano Oriente nos encontremos con especulaciones en la forma acusadamente intelectual a que estamos acostumbrados, ya que ésta presupone un procedimiento estrictamente lógico…” (p. 17). Y otra más, “Estaban en posibilidad de razonar lógicamente; pero, con frecuencia, no lo hacían con rigor.” ¿Es necesario desarrollar o comentar este planteamiento?

Más adelante esta otra categórica afirmación, “En otras palabras, los antiguos formulan mitos en vez de establecer un análisis o de llegar a conclusiones” (p. 17). Evidentemente que así opera la mitología, pero no unicamente los antiguos tenían la capacidad de comprender y acercarse a los mitos o entonces, ¿qué podemos pensar de las grandes construcciones que realizaron? Las levantaron con un mero “pensamiento especulativo.”

El estudio de la mitología antigua es de difícil comprensión para nosotros los hombres occidentales, vemos menos opciones en poder abordarla desde una fría y “objetiva” óptica científica, donde de entrada se desconoce lo que se estudia o se les da categorías de pensamiento tales como: especulativo, poesía, bellos relatos, pensamiento emotivo, entre otros calificativos peyorativos, “el mito es una forma poética que trasciende la poesía al proclamar una verdad […] que no encuentra su realización en el acto, sino que debe proclamar y elaborar una forma poética de su verdad.” (p. 19). El mito es poético, sí, pero no solamente y ni lejanamente le importa. ¿Cómo comprender que estos antiguos hacían toda su vida y sus días en una constante búsqueda e interrelación con sus mitos?, ya que su vida toda era un intento consagrado a ese ritmo y orden de las cosas a través precisamente de sus mitos y ritos, y no solamente como una búsqueda de “bellas” imágenes poéticas.

Menciono algunos ejemplos: en las construcciones de algunos templos se enterraba una caja con alguna imagen de una deidad, a veces una moneda, se recitaba una oración, se colocaban varios otros objetos simbólicos como flores. La caja se ubicaba justo en el centro del templo en donde más adelante se colocaría encima la primera piedra de la fundación del edificio. Otro ejemplo más, al entrar el equinoccio de primavera en alguna cueva cercana al pueblo o ciudad, se realizaba un ritual para asegurar las buenas cosechas. ¿Pensamiento caduco? Sucede en pleno siglo XX. Y que decir del gesto que aún realizan los reyes de Inglaterra al asumir el trono parándose sobre una piedra, ¿mera costumbre?

Y ya que este autor menciona a Newton (p. 29) como ejemplo del pensamiento científico, es ese mismo Isaac Newton el que tenía más libros de alquimia que de matemáticas en su biblioteca, ese que estaba interesado en el estudio del templo de Salomón, ese que se apasionaba con los relatos mitológicos y ese que confesaría que su ley de la gravitación la había derivado leyendo algunos apuntes de la tradición hermética, que ya estaba dicha tal “ley” y que con modestia afirmó que él sólo la puso en un lenguaje científico y actual. (Véase Isaac Newton. El templo de Salomón. Edición crítica, traducción española y estudio filológico de Ciriaca Morano. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1998, edición príncipe).

Y decíamos al comienzo que nos parecen, por decir lo menos, contradictorios los planteamientos de este autor: “Los investigadores modernos reprochan a los egipcios sus aparentes inconsecuencias y ponen en duda su capacidad para pensar con claridad. Esta actitud no es más que una conjetura. [más adelante en ese mismo párrafo] La mentalidad creadora de mitos, inclinada hacia lo concreto, expresaba lo irracional, no a nuestro modo, sino admitiendo la validez simultánea de varios tipos de explicación.” (p. 35).

Y es que suponemos que la validez de este estudio es que el autor tuvo que remar contra corriente, o quizás no logra salir de su impronta cultural. Como quiera que sea es mejor contar con estos estudios de los mitos que no tenerlos,
… para el pensamiento creador de mitos, la vida del hombre y la función del Estado se encuentran encajadas en la naturaleza, y los procesos naturales son afectados por los actos del hombre, del mismo modo que la vida humana depende de su integración armoniosa con la naturaleza. El llegar a experimentar esta unidad con el máximo de intensidad es el mayor bien que podía otorgar la antigua religión oriental. (p. 44).

Sólo agregaríamos que tenemos mucho que seguir aprendiendo del pensamiento antiguo y de sus variados elementos como pueden ser los mitos, sus enseñanzas son necesarias para estos tiempos de tremenda desolación y egoísmo.

 

 

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