La Iniciación
La iniciación por su etimología aplicada hemos de entender el inicio del recorrido del aspirante en la vía espiritual. Dicho comienzo está constituido por un ingreso y una recepción a una organización. El ingreso corresponde a las ideas de vinculamiento y cosmogonía; por su parte la recepción implica las ideas de transmisión regular y de reabsorción. La iniciación es la puerta que, debido al correr de las edades y del tiempo de la humanidad, ha tenido que volverse estrecha para los pocos elegidos en esta edad sombría o de hierro.
Podemos precisar la vía, recordando el Hno.: René Guénon, como el radio que une la circunferencia con el centro. Como podemos apreciar en este simbolismo, hay un radio específico para cada punto de la circunferencia, siendo algunos inclusive de direcciones aparentemente opuestas; sin embargo, todos los radios llegan al mismo centro. Asimismo el aspirante inicia su recorrido a la toma de conciencia de la verdad única siguiendo la línea trazada por quienes lo antecedieron, y que sólo han dejado para él lo indispensable: símbolos, ritos, mitos (lo cual incluye nombres de invocación entre otros), todos ellos soportes para que el neófito y futuro aspirante conozca a su Sí mismo.
El ingreso del aspirante es el vinculamiento efectivo de su ser individual con el aspecto sobrehumano de la tradición, comunicado especialmente y para nuestro caso en la Masonería Operativa bajo la forma inmanente de la presencia real del Uno sin segundo en el cuerpo iniciático que constituye una logia. Éste vinculamiento comienza simbólicamente de la misma manera que la cosmogonía universal: fiat lux, y toca entonces al aspirante desarrollar esa luz –que le ha sido transmitida por y en el ritual de iniciación– por su propio trabajo interior.
Por otro lado, la recepción del aspirante es un eslabonamiento más de la cadena universal que se remonta a la Tradición Primordial a través de todas las diversas formas tradicionales ortodoxas de todos los tiempos y lugares. Dicho lazo se asegura con la transmisión de la influencia espiritual que adopta, por decirlo así, a aquél en quien la atesora en su corazón. Y aquí puede entreverse otro aspecto importantísimo para la iniciación: sí desde el punto de vista del iniciado hay una expansión integral de su ser, desde el punto de vista del Principio hay una continua reintegración o reabsorción de las individualidades aparentemente independientes, aunque desde siempre en Él.
Por último debe quedar bien claro que la iniciación no ha tenido que ser necesaria sino a partir de la cada vez mayor pérdida de conciencia de la unidad con el Principio que se ha manifestado con el devenir de los tiempos. A fin de cuentas, la conciencia clara de la Unidad fundamental no puede ser perdida totalmente para la humanidad, pues siempre habrá unos pocos que la recuerden y con eso basta para que esta reviva siempre joven y eterna.
La iniciación II
La adhesión a una organización tradicional regular es lo que constituye la iniciación misma. Esta conlleva dos aspectos: el de un nuevo nacimiento y la de una regeneración.
Nuevo nacimiento, porque abre al ser a un mundo distinto al que normalmente realiza su actividad, este mundo constituye el campo de desarrollo de posibilidades de un orden superior.
Regeneración, porque restablece las prerrogativas naturales del ser humano antes de su caída, es decir, es la restauración del ser primordial que representa la plenitud y perfección de la individualidad humana, llevándolo al punto central único e invariable para elevarse a los estados superiores.
Se trata pues de la transmisión de una influencia espiritual que, efectivamente operada, implica manifiestamente un contacto real con el principio del recorrido de la vía de quien la recibe. Esta influencia espiritual es el refuerzo sin el cual sería imposible llegar a liberarse de las limitaciones y obstáculos que impone el mundo profano, lo cual le permite acceder a una compresión verdadera de un conocimiento más allá de lo teórico, esto es, la transformación mediante la realización interior del conocimiento teórico, en conocimiento efectivo, y así nadie podrá ser impedido para desarrollar posibilidades que lleva verdaderamente en sí mismo.
Resumiendo, la iniciación implica tres condiciones que se presentan en forma sucesiva y que se podrían corresponder con tres términos: “potencialidad”, “virtualidad” y “actualidad”:
1° Potencialidad. Es la cualificación constituida por ciertas posibilidades inherentes a la naturaleza propia del individuo y que son la materia prima sobre la cual el trabajo iniciático deberá efectuarse;
2° Virtualidad. A saber, es la trasmisión por medio de la adhesión a una organización tradicional con una influencia espiritual que da al ser la luz que le permitirá ordenar y desarrollar las posibilidades que lleva en él; y,
3° Actualidad. Que es el trabajo interior por el cual, con el auxilio de “ayudantes” o “soportes” exteriores, si tienen lugar y sobre todo en los primeros estadios, el desarrollo será realizado gradualmente, haciendo pasar al ser, de escalón en escalón, a través de los diferentes grados de la jerarquía iniciática, para conducirle al objetivo final de la Liberación o de la Identidad Suprema
Iniciación II, extracto de los capítulos: “De la regularidad iniciática” y “Las condiciones de la iniciación”, en Apercepciones sobre la iniciación, del M.:I.:H.: René Guénon.
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