Reseña del libro de Hani, Jean. El simbolismo del templo cristiano. Palma de Mallorca, Olañeta, 2000, pp. 15-53 (primeros seis capítulos)

 

Homero Moreno Arredondo

 

Acerca del autor

Jean Hani es profesor Emérito en la Universidad de Amiens en Francia, en donde se ha especializado en la literatura y la filosofía griega. Ha escrito varios libros incluyendo El simbolismo del templo cristiano, Mitos, ritos y símbolos y Sobre el misterio de la virgen negra. Contribuyó también a una obra colectiva Ye shall know the truth.

 

Puntos fundamentales de la lectura

Procuraremos ser muy sintéticos. Hani distingue dos clases de símbolos, los cosmológicos y los teológicos. “Cuando decimos, por ejemplo, que la iglesia de piedra es la imagen de la Jerusalén celeste, o de la esposa de Cristo, o del alma fiel, o del cuerpo de Cristo […] estamos enunciando un símbolo teológico.”[1] En tanto un símbolo cosmológico se desenvuelve en dos niveles jerárquicos, a saber: como “simbolismo de la parte con el todo en el universo, y, en un plano superior, simbolismo del universo y de sus partes con el mundo divino…”[2] Agregaríamos aquí un par de ejemplos de los llamados símbolos cosmológicos, cuando decimos que el templo es a imagen del ordenamiento del Cosmos, o bien cuando afirmamos que el altar contiene no sólo el corazón del templo sino sobretodo, y por ser reflejo del universo, al corazón celeste.

La concepción, y por ende construcción del templo, “no se abandona a la inspiración personal del arquitecto, sino que viene dada por Dios mismo.”[3] Así los santuarios presentados a lo largo de la tradición judeocristiana tienen un designio divino: Besalel y Oliab construyeron el Arca de la Alianza según medidas y proporciones otorgadas por Dios, a David se le proporcionan divinamente los planos del futuro templo de Jerusalén edificado por su hijo el rey Salomón, Ezequiel igual recibe una visión para la traza y ornamentación del templo, Noé al construir el arca la distribuye según medidas dadas por Dios “el Arca es considerada una imagen de la iglesia y, por consiguiente, del templo visible.”[4]

Igualmente San Paulino, obispo de Tiro y constructor de la iglesia de esa ciudad, “alzó el templo según los principios de una inspiración divina: con el ojo del espíritu clavado en el maestro supremo y tomando como arquetipo todo lo que le vio hacer…”[5]. En síntesis, “el templo cristiano es el reflejo en la tierra de un arquetipo celeste, la Jerusalén del Apocalipsis, que San Juan nos presenta de forma análoga a la de Ezequiel.”[6]

Hani cita a Platón, Filebo (51 C), para expresar la idea de Belleza, “es lo rectilíneo y circular, hecho por medio del compás, el cordel y la escuadra… Y estas formas no son, como las demás, bellas en determinadas condiciones, sino que son siempre bellas en sí mismas.” Y es que para la fundación del edificio son estos elementos los utilizados, se comienza por la orientación ritual, posteriormente y gracias a un gnomón[7] se localizan los dos ejes principales, es decir, el cardo que corre de norte a sur y el decumanus que va del este al oeste. En el centro se levanta un palo que funciona como la pata fija del compás, se traza un gran círculo observándose la sombra que se proyecta sobre dicho círculo. Continúa con la descripción detallada de lafundación del templo, en donde lo que resalta son tres operaciones: el trazado del círculo (lo celeste y esférico), el trazado de los ejes cardinales (lo terrestre en su aspecto dinámico, es decir, la cruz) y el trazado del cuadrado de base (lo terrestre en su aspecto estático o el cuadrado).

Existe en todo esto una clara correspondencia con el ciclo temporal, entre el Paraíso terrenal y la Jerusalén celeste:

… el Paraíso es circular, en cuanto reflejo directo del cielo, pero está dividido por la cruz de los cuatro ríos, con el Árbol de Vida marcando el centro. Este árbol también está en el centro de la Jerusalén celeste, [cuadrada por cierto] y también se encuentran en ella los cuatro ríos…[8]

Y en verdad que podemos decir que el esquema del templo cristiano se sintetiza en este encuentro de elementos bellos en sí mismos y que rematan en la cúpula o bóveda del templo en perfecta línea ascendente respecto al cubo que guarda el altar o corazón. La bóveda es símbolo de lo celeste en tanto el cubo o nave se asienta en la tierra, mientras que el altar ocupa el centro. Ese eje vertical que va desde la aguja o cruz de la cúpula hasta el altar se plasma también en lo horizontal a partir del semicírculo del Santo de los Santos, es el ábside que imita la cúpula, pasando por el eje central de la nave hasta la puerta del santuario “…es, pues, la proyección plana del eje vertical, que va del suelo a la bóveda, de la tierra al cielo…”[9] O bien podemos afirmar que es el cardo un reflejo de la línea vertical que pasa por medio del ojo de la cúpula y trasciende la manifestación.

El templo cristiano es la unión de lo terrestre con lo celeste, es decir, es el tabernáculo de Dios entre los hombres. El templo es el omphalos, el centro del mundo, “al ser una cruz cardinal orientada y centrada, sacraliza realmente el espacio.”[10]

La creación del universo y del templo sucede a un instante de caos, llegando el orden que coloca todos los elementos en su justo lugar. Hay en todo ello una geometría celeste, Platón nos dice que Dios es el sublime geómetra. “La geometría, base de la arquitectura, fue, hasta el comienzo de la época moderna, una ciencia sagrada, cuya formulación por lo que a Occidente se refiere proviene, precisamente del Timeo de Platón y, a través de éste, se remonta a los pitagóricos.”[11] Entre las distintas figuras geométricas que se plasman en el templo y los números que las conforman hay sólo un paso. Dios lo creó todo según peso y medida, el número en su esencia y contenido cualitativo es el arquetipo que rige al universo: todo es número. Así lo veía Pitágoras, el cual le otorgó una increíble importancia a la Tetraktys, la cual nos refiere a la década así como a los números que la conforman: 1+2+3+4 = 10. “La Década era el número mismo del Universo, base de la generación de todos los números representados, planos o sólidos y, por tanto, de los cuerpos regulares correspondientes a algunos de ellos; y base también de los acordes musicales esenciales.”[12] Posteriormente pasa nuestro autor a describir varios nombres y valores numéricos al interior del templo cristiano, sobre todo basándose en el griego y otro tanto en el hebreo.

Respecto a la orientación del templo, este mantiene la dirección oeste-este, con la cabeza o presbiterio vuelto hacia el este. Efectivamente el oriente viene a ser ese punto cardinal por donde sale la luz, el alma espera de él la claridad para ser guiada y precisamente orientada. El Sol que se manifiesta nos indica la postura del rostro adecuada para la oración o todo ritual iniciático. Citando a varios pensadores cristianos de gran talla como San Agustín, Orígenes y Santo Tomás Aquino o al profeta Zacarías y el evangelista Mateo, Jean Hani argumenta que es el oriente ese punto esencial ya que “el sol, saliendo por el oriente, es el símbolo de Cristo, a quien se le llama ‘Sol de Justicia’ y ‘Oriente’”[13] En contraparte la puerta de entrada se ubica donde hay menos luz, en el occidente, de manera tal que al entrar al templo por el lugar más oscuro se recorre un camino hacia la luz, la vía que conduce al lugar donde brilla el Sol divino. En otras palabras es el paso de la puerta de los hombres o antepasados a la puerta de los dioses.

Está además el otro eje, aquel que cruza el templo de mediodía a septentrión formando los brazos de la cruz. De manera que tenemos conjugados y presentes, en el eje norte-sur, a los solsticios; en tanto los equinoccios pertenecen al eje este-oeste. “Y el eje vertical, el que pasa por el centro del círculo rector, que, en general es también el del crucero, se identifica con el Eje del mundo que une los dos polos, imagen, […] del ‘Motor inmóvil’”[14] El dibujo de esta cruz horizontal con la cruz vertical, de la cual ya hemos hecho referencia, nos traza una magnífica cruz tridimensional también conocida como la cruz sólida y que es aquella que guarda las seis direcciones espaciales: arriba, abajo, adelante, atrás y derecha e izquierda. El séptimo punto viene a ser ese centro o motor inmóvil sin el cual no se podrían manifestar ninguna de las otras seis direcciones.

Vale la pena ir al texto original y leer con atención la explicación detallada del rito de consagración del templo cristiano que ofrece el autor, anotamos aquí únicamente la conclusión a la cual llega: la gran X que se traza en el templo para su consagración y en la cual se inscriben los alfabetos griego y latín, así como el alefato hebreo, simbolizan “la consagración del terreno y del templo: haciendo descender a éste el influjo celeste, el que consagra hace de él, de algún modo, el Cuerpo de Cristo”, develado por el alfa y omega, es decir por aquel que es el principio y el fin de todas las cosas, o en otro término la piedra filosofal de los hermetistas asimilada en la tradición cristiana a Jesús[15].

Como vemos el templo cristiano ofrece variadas lecturas y simbolismos de suyo más antiguo de lo que pudiésemos pensar en un primer acercamiento. El edificio sagrado se puede considerar al mismo tiempo un templo solar, consagrado en y por el espacio o cosmos, como la humanidad de Cristo o cuerpo de Cristo, igualmente como la Iglesia o asamblea de los hombres alrededor de lo sagrado y además como el alma fiel que busca la luz. Mencionemos un solo ejemplo de los varios que el autor usa referente al cuerpo de Cristo representado en el trazado del templo mismo,

… las cuatro letras de la palabra Adán, en griego, son las iniciales de las palabras que designan los cuatro puntos cardinales: A = Anatolé (Oriente), D = Dysmé (Occidente), з = Arctos (Septentrión) y M = Mesembría (Mediodía). [además los dos grupos de estas letras en el orden que se presentan] corresponden exactamente a las líneas respectivas de los dos ejes: AD-AM: AD = Oriente-Occidente, AM = Septentrión-Mediodía.[16]

Es la idea, en el sentido Platónico del término, de que toda esta armonía Hombre-Dios, se reúnen con intensa fuerza y belleza en la unidad simbólica del templo; es el Verbo que se plasma en lo terrenal y que mantiene su origen celeste, y es por ello una síntesis perfecta del universo y de la creación como Arquetipo: “En cuanto Hombre Universal, él totaliza [Cristo] e integra en Sí la multiplicidad indefinida de todos los estados del Ser.”[17] La cruz no sólo es un símbolo espacial sino sobretodo del universo y un “signo del Hijo del Hombre”. El templo cruciforme expresa el universo restaurado ofrecido por el Hijo Perfecto a su Padre. Ese Verbo encarnado que une alhombre con Dios. Todo este marco sellado en el templo por el círculo celeste y el cuadrado terrenal o por la cúpula unida al cubo, es decir la comunión del Cielo con la Tierra teniendo como intermediario al Hombre Universal o al Adam Kadmón.

 

Crítica

Jean Hani realiza una exposición precisa y detallada del templo cristiano, sustenta su investigación con varias otras líneas de pensamiento tradicional tanto de Occidente como de Oriente, en su introducción reconoce su legado de varios autores. Toda esta franqueza expositiva fortalece sus referencias, bien vale la pena leer los dos capítulos dedicados al altar así como uno más concentrado en el Sol de justicia. Acaso falte una claridad sobre los alcances de una vía mística y otra iniciática, cosa que a veces puede llegar a confundir a los neófitos en el tema, incluso al hinduismo le nombra como vía mística.


[1] Capítulo I: “Simbolismo teológico y simbolismo cosmológico” en Jean Hani. El simbolismo del templo cristiano. Palma de Mallorca, Olañeta, 2000, p. 16

[2] Idem. p. 17

[3] Capítulo II: “Origen celeste del templo”, op. cit. p. 21

[4] Idem. p. 22

[5] Idem. pp. 23-24

[6] Idem. p. 24

[7] El diccionario de la lengua española nos dice que este verbo viene del latín gnõmon, conocer. “Antiguo instrumento de astronomía compuesto de un estilo vertical y de un piano o círculo horizontal, con el cual se determinaba el acimut y altura del Sol, observando la dirección y longitud de la sombra proyectada por el estilo sobre el expresado círculo.”

[8] Capítulo III: “Templo y cosmos”, Jean Hani, op. cit., p. 28. Corchete nuestro.

[9] Idem. p. 29

 

[10] Idem. p. 31

[11] Capítulo IV: “Armonías numerales”, op. cit., p. 33

[12]Idem. pp. 34-35

[13] Capítulo V: La orientación ritual”, op. cit., p. 42

[14] Idem. pp. 43-44

[15] Nuestro autor menciona, en un interesante ejercicio de gematría, que las últimas letras del alfabeto latino, griego y hebreo que se utilizan en este ritual son: AZ, AO y ATH, colocando la A como factor común se obtiene la palabra AZOTH, palabra con la cual los hermetistas designaban a la “Piedra Filosofal”, nombre por cierto igualmente otorgado a Jesucristo, como la piedra de toque o la piedra cúbica en punta.

[16] Idem. p. 49

[17] Idem. p. 50

 

 


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