El Símbolo

 

Un símbolo es aquello que reúne intelectivamente una realidad menor a una realidad mayor. Por ejemplo, aquello que reúne a la multiplicidad de la existencia con su unicidad, o también aquello que une la unidad con la no-dualidad e incluso aquello que religa a la manifestación con lo verdaderamente Infinito.

Es una cualidad divina que otorga a toda la manifestación la prerrogativa de servir como soporte para el retorno a la Unidad Absoluta. El símbolo, de cierta manera marcado por la dualidad, tiende a quebrarla o negarla, afirmando así lo único real. No obstante se reúne con ella al ser por sobretodo un soporte que alimenta y sustenta el impulso del hombre.

El símbolo es una idea, antes que nada. Por ejemplo, si tomamos un árbol como símbolo, el árbol en dicho caso es más que un objeto y más que una representación en el pensamiento; es más bien una imagen o una forma aunque en ambos casos llevan en el aspirante a la gnosis ésa particularización de la sensibilidad –la supuesta imagen– o del pensamiento –en la supuesta forma– hacia el mundo concebible o de las ideas. Y es en éste mundo donde el intelecto concibe ideas y el símbolo se torna un vehículo espiritual y por eso decimos que el símbolo, antes que nada, es una idea. Una idea es la manera distintiva por la cual el intelecto se une a sí mismo en el espejo puro e indiferenciado de los arquetipos.

Siguiendo con el ejemplo del árbol, éste símbolo es tornado por quien lo recuerda e invoca, en el vehículo espiritual según el cual el espíritu inmanente se reconoce a sí mismo en un arquetipo que expresa a su manera la intelección integral del ser.

Por eso, el símbolo es la enseñanza para ser utilizada por el iniciado por excelencia y es la manera propia de exponer los misterios. Cada símbolo inicia al aspirante hasta un cierto trecho tras el cual viene otro símbolo más fuerte que el anterior y luego otro más. Cada símbolo contiene en sí la misma enseñanza que los demás, la distinción que se hace entre ellos es válida sólo para el aspirante pues, no se puede saber distintivamente de antemano qué símbolo provocará la unión intelectiva o integración del ser individual por el espíritu inmanente reposado en un arquetipo.

El símbolo brinda una enseñanza que la razón no puede comprender; de hecho, se puede decir de cierta manera que el símbolo transforma la discursividad mental del aspirante en un punto muerto del cual renace la intuición del aprendiz. La enseñanza simbólica está por encima de la lógica, pues según el nivel del aspirante a gnóstico (que no agnóstico), un símbolo afirma, niega o alude, ya sea directa o indirectamente, la realidad única imposible de ser simbolizada como tal.

 


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