El rito

 

La palabra rito significa etimológicamente orden y conlleva en sí las nociones de acción y actividad ordenadas a un fin. El rito se circunscribe a la jerarquía establecida en el Principio y su propósito abarca los tres mundos o planos de la manifestación. El rito es hecho para sustentar a todos los seres y todas las cosas en las relaciones ortodoxas que establece la Tradición.

El fin ligado de éste modo por el rito, es entonces idéntico al principio. También se puede expresar esto diciendo que el propósito del rito es establecer un lazo atemporal entre el comienzo y el fin del desarrollo armónico de los seres y los mundos. De aquí que todo rito se haga en el nombre de una función divina en la cual se corona donde su razón de ser siempre va acorde con la organización iniciática que lo sustenta.

La palabra acción designa las manifestaciones particulares del ser individual en el plano corporal de la existencia, en tanto que actividad designa las manifestaciones llevadas a cabo en el plano sutil de la misma. Ambos planos –sutil y denso– son aquellos donde se desenvuelve toda la manifestación del ser individual y están caracterizados siempre por la presencia de la forma por más sutil que esta sea. En este sentido la invocación implica para el rito tanto la acción como la actividad centrada constantemente y por completo en una Idea que puede más o menos estar revestida de alguna forma pero nunca con matices místicos o de arrobamiento.

El rito, a través de sus variadas e intrincadas manifestaciones particulares según la época y el lugar donde se presenten, tiene como meta recordar a quienes lo llevan a cabo concientemente, qué se hizo en el Principio, cómo y para quién se continua ejercitándolo. El Principio es simbólicamente el punto de partida que contiene en sí y de modo indistinto el desarrollo de los tres mundos, desarrollo ordenado y jerárquico que va de principio a fin siguiendo la armonía del descenso y el ascenso, de la expansión y la contracción, de la solución y la coagulación, o también según otras ideas respecto del mismo orden: siguiendo la ley de las acciones y reacciones recíprocas concordantes.

 

El Rito II

 

Los tres mundos en los que se lleva a cabo el rito son: el sutil (alma), el anímico (psique) y el corporal (creación material). Y como dijimos anteriormente, es desde el mundo sutil al corporal los que componen la individualidad de un ser –a la manera de cuerpo, alma (tanto inferior como superior) y espíritu– al mismo tiempo que el espíritu ha de ser concebido como el ser integral interpenetrando tanto al cuerpo como al alma de todos los seres, aunque hallándose manifestado sólo propiamente en el mundo sutil.

El orden establecido, en principio mediante “los tres mundos o planos”, puede ser representado simbólicamente de diversas maneras: como manifestación, como producción y como resultado. Estas tres formas de representar el orden Principial conllevan una jerarquía propia y no obstante supeditada, cada una de ellas, al elemento Principial.

El primer orden alude a la manifestación del principio, conocido más comúnmente en Occidente como el misterio de la creación. La manifestación del principio es a partir de la polarización del mismo en esencia y sustancia. El segundo orden considera la manifestación sustancial que es llamada también producción. El tercer orden alude a la cristalización del principio como el resultado de la acción y reacción concordante de la esencia en la sustancia, supeditada por un medio cósmico o ambiente.

Por los ritos del primer orden, el humano retorna al principio; por los del segundo viaja hacia él; y por los del tercero reúne en sí mismo las partes virtualmente polarizadas en el principio. Pero esto es sólo una manera de ejemplificar la identidad que se da por el conocimiento tomando como soporte la acción específicamente ritual y bien podríamos hablar de una escala de siete peldaños (como se suscita en la masonería operativa) o bien en otra de cuatro planos o mundos (como la que refiere el árbol sefirótico), por mencionar un par de ejemplos.


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