De política y otras cosas,

o cómo conocernos a nosotros mismos en y por la comunidad

 

“Los hijos son la corona, las torres de la ciudad”

Homero, Epigramas 11

 

El sustento de cualquier actividad política debe de ir idealmente, y según Platón aplicaba este termino, enfocada en pro de la civilización que presume estar sustentando. Aquellos que deben dedicarse a mantener ese delicado equilibrio deberán de estar preparados para ir más allá de intereses meramente egoístas y por ende sabrán administrar y repartir con una buena dosis de cordura y sensatez. Al mismo tiempo que cada miembro de la comunidad cumple con determinadas tareas según habilidades y naturalezas.

 

¿Quién gobernará adecuadamente para observar el siempre delicado establecimiento de los equilibrios?, ¿de quién son estas comunidades o ciudades? y ¿para quién se gobierna? Son unas cuantas preguntas válidas en este proceso. Los que pueblan esos asentamientos son un reflejo donde: la Acrópolis, comenta Platón, de la ciudad está dentro de cada uno de nosotros y literalmente por reflejo operando en el “corazón” o “centro” de la ciudad y por su cuenta Coomaraswamy nos dice: “Lo que hay dentro de esta Ciudad de Dios es un templo (‘El reino de Dios está dentro de vosotros’, Lucas 17:21) y lo que hay dentro del templo es el Cielo y la Tierra, el Fuego y el Viento, el Sol y la Luna, todo lo que se posee o no se posee; todo lo que hay aquí está ahí dentro.”[1]

 

Y así como es inmanente la realeza en los reyes: “el rey ha muerto, viva el rey” así existe algo que sobrevive a las ciudades y sus gobernantes o ciudadanos, algo que no envejece y que está por encima de nuestras cabezas y más allá de nuestros deseos personales. Es la idea Ciudad o Civilización en su más elevado sentido. La raíz griega de ciudad, nos dice Coomaraswamy, es kei y lleva implícita la etimología que incluye el sentido de yacer completamente extendido.

 

Efectivamente, son estas ciudades pobladas y no tierras yermas, ya que Él las llena y las puebla en sus variadas habitaciones y habitantes, así como llena la noche con el día y la obscuridad con la luz. Esta división del Todo no es una segmentación sino una extensión, como los radios de una rueda que unen la periferia con su centro a partir, precisamente, de su extensión. Así mismo nuestra constitución corporal es una habitación cuya extensión es de ese mismo orden, igual que se constituye cualquier construcción que es útil gracias a sus espacios disponibles pues somos como esa copa de bebida de inmortalidad tal cual la tomamos entre nuestras manos, a veces amarga y otras dulce, para hacer la vida en y con ella. El Sol de soles, el Padre de padres es Aquel que nos une con sus hilos y conecta todo lo manifestado “todo este universo está encordado en Mi, como filas de gemas en un hilo” (Bhagavad Gita VII.7) y es precisamente nuestro intelecto el que puede conducirnos por sus delgadas fibras hasta más allá de nuestra imaginación.

 

Y San Buenaventura nos dice: “nadie puede tener orden en su familia, a no ser que lo tenga primero en sí mismo” cambiemos el vocablo familia de esta última cita por el de ciudad, gobierno o país si se prefiere, los requerimientos y resultados serán los mismos. El arte de gobernar es una condición que requiere valor, el que a priori se le exige a todo aquel que quiera gobernar, y que finalmente será el autogobierno de uno mismo: la excelencia del mandato y obligación cumplida. Cuando esto se olvida caemos en las tiranías, las divisiones, las luchas a muerte y los falsos gobiernos donde no opera ni lejanamente la valentía y el coraje de controlarse a sí mismo. Lo cual tampoco es sinónimo de actuar con máscara de hierro, decir verdades a medias, mentir o tejer truculentas alianzas tras bambalinas, esas “estrategias” baratas son meramente politiquería, caricaturas de la verdadera Política. Por ende, hablar de democracia al aire es caer en el sin sentido del gobierno y por ende de la política. La verdadera tarea en todo esto es cumplir el rol o las funciones para las que la naturaleza nos doto; el sentido de organización, sociedad, organismo es que los distintos miembros que la componen sepan trabajar conjuntamente asumiendo sus roles cada uno según su propia manera y entender, sin perjudicar el desempeño del conjunto y sobre todo sin competir por intereses propios o individualistas. Si esto no es así lo que acontece enseguida es la inestabilidad y el anacronismo.

 

El hombre justo debe apegarse a estos principios, tal los ciudadanos civilizados o que conforman la civilización, con más razón los gobernantes que dicen encabezarla: “... y de la misma manera la ciudad pública será justa cuando hay acuerdo en cuanto a quien gobernará, y no hay ninguna confusión de funciones, sino que cada ocupación es una responsabilidad vocacional.” El Todo es importante por cada una de sus partes, no decimos que eso sea el Todo sino que por medio de una correcta responsabilidad de las partes; el gobierno, la ciudad o cualquier organización, operará. Y es claro que cualquier colectividad que no opere así no podrá desempeñarse adecuadamente. Y es nuevamente Coomaraswamy el que nos hace reflexionar sobre las cuatro virtudes o pilares centrales para que esto sea así: justicia, sabiduría, sobriedad y coraje.

 

Reflexionemos sobre los “roles” en cualquier articulación, en particular las iniciáticas, cualquiera de nosotros no puede ocupar otras funciones que no sean las propias y designadas, so pena de graves desequilibrios. Igualmente debemos de aplicar estos fundamentos cuando se pretende abarcar más funciones de las destinadas:

 

“Así pues, la sociedad ideal se considera como un tipo de taller cooperativo en el que la producción ha de ser para el uso y no para el provecho, y donde se ha de proveer para todas las necesidades humanas, tanto las del cuerpo como las del alma. Además, si ha de cumplirse el mandato, ‘Sed perfectos como vuestro Padre en el cielo es perfecto’, la obra ha de hacerse perfectamente.” (Coomaraswamy)

 

Y se es perfecto pues se cubre una necesidad del Todo con nuestro actuar y no se pide reconocimientos o se enarbolan falsos pesares, ya que tampoco se realiza la tarea altruistamente sino porque es efectiva para todos y en esa medida para uno mismo. Ejecutemos bellamente y con propiedad, sabiamente para que sea útil y con energía o fuerza para que sea perdurable... esa es la labor idealmente permanente en todo terreno de la vida y por ende en la política. Que, vista así, es un verdadero martirio pues se carga con tremendas responsabilidades, la Política no es una carrera mercantil y utilitaria para el provecho propio o de algunos cuantos que además abusan de su poder y de sus canonjías:

 

“Haz siempre lo que debe hacerse, pues ciertamente, el hombre gana así lo Último. [más adelante] Es mejor morir en el puesto propio de uno, pues el de otro está lleno de temor [y] Es mejor hacer el trabajo propio de uno, incluso con sus faltas, que hacer bien el trabajo de otro; [...] uno no debe de abandonar nunca su vocación heredada.”

 

Citas todas estas de distintos pasajes de la doctrina del Vedanta y que nos pone a la mano Ananda mostrándonos, con contundencia, lo que intentamos decir sobre el cumplimiento de los roles dentro de un conjunto sea este pequeño o grande. Todo este modelo del que venimos hablando nos es muy lejano, y lo único que es reinante es la ambición, la arrogancia y el egoísmo... sumado a lo anterior tenemos como resultado una in-civilización y un modelo social que se basa en los ̶ esos sí dogmas ̶ de la libre empresa, la producción masiva y la explotación del prójimo. Y por cierto que varios antiguos deberes marcan la prohibición de explotar a los constructores en la obra, me parece que esto debería ser vigente, muy vigente.

 

Vivimos la época de lo artificial disfrazado de artículo de fe, como si fuese la única realidad, es la época de la propaganda pseudo política y del sueño del libre mercado los que inundan todo rincón. Esa es nuestra “sociedad civilizada”, que nos obliga ha operar en las urgencias de la “globalización”: ¿la esclavitud se ha abolido o sólo ha cambiado de forma? Los verdaderos dogmas son aquellos levantados por las grandes compañías que sólo ven al género humano como otra mercancía más. Obsesivos con la ganancia sobre la perdida del otro. Son la maldición de la humanidad y de toda verdadera Civilización. Lo único que nos queda es nuestra conciencia y de que somos capaces de, en medio de tremendo engaño, jugar nuestro destino con inteligencia y sobriedad. Lo único que queda es saberse responsable en pos del viaje de la verdadera libertad y no de esa que se vende en una cajita sorpresa con la bandera de algún imperio. Lo que nos incumbe son nuestras tareas asignadas y no las falsas recompensas o las ajenas. Debemos de actuar siempre del lado de la justicia, de la sabiduría, de la sobriedad y del coraje. La “democracia” por medio de las armas, las invasiones, el mercado y la ideologización fanática no es más que un títere de los castillos donde viven los tiranos que son, a su vez, los perfectos esclavos (recordemos la carta XV del tarot de Marsella).

 

El filósofo, el hombre sabio, el rey-sacerdote, está exiliado o como dice Joscelyn Godwin: “los filósofos que debieron haberse visto obligados a regirnos, o por lo menos, a ser el poder detrás del trono, hicieron sus maletas y se marcharon”.[2] Sólo podemos “rescatarlos” en estos tiempos en donde se ubica la verdadera Ciudad de Dios. Me parece que es esta una tarea regenerativa en el amplio sentido del verbo, tremenda actitud que en medio de tanta mediocridad y basura debe ser firme. Corresponde a la autoridad espiritual guiar al poder temporal, pero hoy día ¿qué gobernante reconocerá esta sordera y ceguera?

 

Al final de los tiempos lo que debemos de observar y con esto redondeo el planteamiento de este escrito, es llevar a cabo una verdadera metanoia, es decir un cambio profundo de mentalidad, una metamorfosis intelectual. Coomaraswamy recuerda que Platón en su República afirmó que los valores de aquellos que han visto la luz se transformaron completamente. Y en sus Leyes (803C–804ª), dice que aquellos que han realizado su verdadera relación con Dios y su de-pendencia real de Él "pensarán de otro modo a como lo hacen ahora [...] conviene a nuestros discípulos ser de esa misma manera (nueva) de pensar". Efectivamente, no podemos dejar de hacer nuestro papel, sea este el que sea, y saber que nuestra Gran Guerra Santa (aquella que es interna) construirá la Ciudad Perfecta, la Civilización donde reine la verdadera Política. El hombre que se ha "convertido" realmente, ̶ que se ha dado la “vuelta interna” ̶ ejercitará su mente como una disciplina semejante a la de cualquier atleta. Nuestra metanoia, que no puede ser sino interna, nos hará llegar a una "comprensión con", a "estar junto con", a "juntarse con". Es decir a realizar con todos nuestros semejantes una verdadera síntesis en ejecución de la obra ya que habremos alcanzado una comprensión que nos unifica o nos congrega. Y ese, por cierto, es el sentido del Con-greso, aquel organismo que debe unificar.

 

“En otras palabras, la ‘gran comprensión’ es un tipo de síntesis y de acuerdo por el que se resuelve nuestro conflicto interno, [...] en los que ‘se sueltan todos los nudos del corazón’. Si preguntamos, ¿un acuerdo de qué con qué?, la respuesta será evidente: con la Unanimidad y participamos así de una presencia toda.”

 

La respuesta a la interrogante ¿quién debe de gobernar? es fácil de resolver. Lo que es complicado es que pueda ser aceptado por verdaderas camarillas de ladrones y mentirosos. Este hombre sabio será doblemente sabio al no involucrarse en tremenda tarea perdida. En otras palabras, la fusión del Rey Exterior con el Sabio Interior, no tiene cabida en este mundo tal cual lo conocemos y, tal vez, aceptamos.

 

"Cuando yo estaba a punto de cruzar la corriente, se me dio el signo daimónico que usualmente viene a mí ¾él siempre me retiene de lo que yo quiero hacer— y yo consideré que había sido una voz proveniente de él que me prohibía [ejecutarlo]…" Sócrates en voz de Platón, (Fedro 242B).

 

Anteponiéndome afirmo, junto con Ananda, que hoy día nadie quiere ser su mente, todos tenemos una "mente o ánimo doble", "mente fuerte o débil", "una mente indecisa", “una mente con vericuetos”, “una mente truculenta”, etcétera. Y es por ello que conociendo nuestra mente o efectivamente a nosotros mismos, es que aportaremos algo al "gobierno de sí mismo", al "control de sí mismo" y de este modo contribuiremos al Todo, ocupando un lugar en el concierto de la organización, la ciudad, la civilización o de la polis. Somos la mente del Uno, no nuestra “propia” mente.

 

"La sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios" (I Cor. 3:19). Y "Nadie cuya mente no ha sido inmolada puede llegar a Él" (Katha Upanishad II.24).

 

H:.M.:


[1] Para este inacabado trabajo hemos tomado dos escritos de Ananda Kentish Coomaraswamy: “¿Qué es Civilización?” fundamentalmente, y para el proceso de la metanoia el escrito de “Ser congruente con la mente de uno”

[2] Anales del Colegio Invisible, capítulo XII: “El dilema filosofal”.

 


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