Algún día de rocíos celestes y rayos cristalinos de sol, uniré mi corazón, osaré rebasar las vanas apariencias y encontraré desnudos mis miedos.

Algún día abandonaré las formas y tomaré las manos del ser amado, no habrá temor en decir indefinidamente: te extraño, te amo, te necesito; pues del otro lado sólo habrá por respuesta un “yo también”.

Algún día soltaré máscaras y cortinas de humo, dejaré de huir de mi mismo. Recitaré poesía en los jardines y los pájaros posarán en nuestros hombros, caminaremos desnudos y nos veremos a los ojos.

Algún día disiparé toda duda, sabré del sentimiento ajeno pues será latido de mi corazón, sí hay consuelo no habrá dolor, no será nunca necesario incrementar los miedos a costa del amor.

Algún día encontraré los labios de mi vida y los absorberé lenta y frenéticamente, pues siempre serán los labios de mi vida y no pretenderán falsas cosas ni disfrazarán el amor, amen de que deje de serlo.

Algún día nos echaremos a correr, sin rumbo alguno y acariciaremos la locura como granos de arena. Nos rasparemos las rodillas en la piedra y ensuciaremos nuestras estúpidas ropas.

Algún día dejaremos de batallar en hacernos la vida difícil los unos a los otros, no golpes, no traiciones, no dobles intensiones. Todo de un solo vuelo, abierto y libre como los sueños.

Algún día dejaremos que corra el vino (como ahora permitimos que corra la sangre) y beberemos buenos deseos e intenciones, tocaremos codo a codo al hermano y entonaremos su canción que en ese momento, será también mi canción.

Algún día será, en que deje todo el absurdo sin dejar de estar en él y empinar, cadenciosa y rítmicamente (la armonía del mundo), la copa de mi vida...

Algún día que será, Es.

 


 

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