La Tradición y el proceso de recordación

 

La Memoria es un tipo de conocimiento latente, que puede autorrevelarse o revivirse por un signo externo apropiado,por ejemplo, cuando se nos ‘enseña’, o más verdaderamente cuando se nos hace ‘recordar’”
Ananda K. Coomaraswamy, Recordación, India y Platónica

 

I

 

Ese signo externo apropiado que menciona Coomaraswamy, se va acercando a nosotros y comenzará a deletrear una serie de significados tan variados como la percepción interna de cada uno, aunque en lo central permanezca inalterable su profundo significado. Nos irá permitiendo recordar que somos un reflejo más de la manifestación al igual que estos signos o símbolos también lo son. De hecho nosotros somos un símbolo que se genera, muere y regenera constantemente y en todo momento, reflejo de un solo origen, somos un símbolo más de la manifestación. Por ello aprender es recordar[1], este proceso mental y del ser requiere de una tarea gradual y paciente, en donde cada cual según sus capacidades y aptitudes, pero sobre todo según nos comenta o mejor dicho, nos recuerda San Juan Evangelista: “el espíritu que sopla donde quiere”, y por ello se llevará a cabo esa recreación o labor de recordar.

Este arduo y apasionante trabajo, que no es sino por su gusto de hacerlo, implica una entrega a la labor del conocimiento y en su intento por llegar a él, es decir, poder deletrearlo. Este proceso ha implicado desde tiempos antiguos una formación o, como diría Don Juan el indio Yaki, un camino o sendero; lo que René Guénon especificaría como un radio o rayo. Recordemos que el radio o rayo tradicionalmente se le análoga a la posibilidad de unir la circunferencia del círculo con su centro, o visto como una rueda de la periferia que conlleva un movimiento a su centro inamovible, es decir, ese punto invariable e inmutable del cual emana toda la posibilidad de radios o rayos que forman la circunferencia, y que en el viaje de retorno implicaría la gran gama de caminos, radios o rayos que se pueden “tomar” para reunirse con el centro y que se relaciona con un momento de profunda comunicación, acaso que ese sendero tiene o conlleva al corazón. Igualmente recordemos que el símbolo del corazón es uno de los más unánimes en distintas culturas y civilizaciones, y que siempre nos remiten a la idea de centro, caverna o la morada de los dioses y por ende el sitio en donde se aloja la divinidad y su sabiduría.

Es entonces aquello que de por sí ya sabemos y que sin embargo hemos olvidado, y para que opere un cambio profundo de mentalidad (metanoia), será necesario volver a recordar. Es también la mayéutica que utilizaba Sócrates ante sus discípulos para exteriorizarles el conocimiento, o para disipar la ilusión[2], Sócrates se consideraba una partera del conocimiento.

La reminiscencia, entonces, es este arduo pero gustoso proceso, que enfrenta la ruptura de múltiples espacios que nos ofrecen, no sólo estos tiempos “modernos”, aunque sí acrecentados, y que están hechos para olvidar. El proceso de olvidar es equivalente a una muerte inconsciente.

Esta vía de recordación paulatinamente nos irá acercando, a través del ascenso de la vertical que parte de la horizontalidad, es decir, desde nuestra materialidad y mundo concreto, en donde hallaremos, precisamente, la manifestación de estos múltiples símbolos que se reflejarán en el corazón, reflejo a su vez de la Unidad y totalidad del Ser. Estemos atentos a no observar este símbolo del corazón literalmente y mucho menos sentimentalmente, al contrario observemos que su contenido como símbolo que es, es más amplio y abarca varios niveles o mundos como hemos comentado más arriba, simplemente recordemos que para la tradición del Vedanta es la morada de Brahma.

La Tradición, sin embargo y evidentemente no se refiere al conocimiento como una cuestión que hoy día entenderíamos, como la acumulación de datos y de fichas técnicas, ni tampoco a la erudición y mucho menos a una erudición en las ciencias modernas, tan alejadas y en contracorriente con la Tradición o la ciencia sagrada;  ni tampoco es una cuestión de mera sensibilidad, sexto sentido o de una intuición ramplona que sólo nos llevará a perdernos en los laberintos de nuestra propia psique y los múltiples reflejos de lo que creemos es la realidad; por ende, la ignorancia no es cuestión de ser iletrado, sino de no ser dueño de sí mismo, en contra parte el conocimiento sería y es, el arte por excelencia, el arte de quien se conoce a sí mismo. ¿Nos conocemos, cuan largo es el radio?

De ahí “que toda educación verdadera es más bien una destrucción de la ignorancia” [3], pues no hay verdadera ignorancia que tenga un grado de realidad, lo real y verdadero se plasmará en lo más profundo de cada uno de nosotros, en esa caverna de la cual parte el viaje iniciático. Vitriolum: visita interiora terrae, rectificando invenies occultum lapidem, unica medicina. Visita el interior de la tierra, rectificando hallarás la piedra oculta, única medicina. 

Así como la obscuridad es desplazada por la luz, así la ignorancia es aniquilada por el proceso de recordación.

La memoria y el estudio se presentan como un poder latente, capaz de comunicar con profundidad las verdades, o mejor dicho,la Verdad que implica la tradición en sus diferentes formas. Coomaraswamy afirma, “nosotros estamos extrayendo o, como los textos más antiguos lo expresan ‘mamando’ una presciencia innata” [4].

Nosotros mortales, sin embargo, necesitamos de la memoria para recordar esa presciencia, los dioses no tienen la necesidad de recordar nada, pues se nos dice, de nada se han olvidado estando en el Todo eterno e inmutable. En cambio nosotros hemos olvidado y es necesario primero recordar esto una vez recordado el origen del cual venimos y al cual tendemos a ir, todo deseo de saber, nos dice la Tradición, se habrá esfumado, no habrá nada que recordar ni que olvidar, tampoco pregunta alguna que resolver o plantear, “Cuando todo ha sido recordado, de una vez por todas, entonces no hay más ‘recuerdo’ como un proceso, sino solo un conocimiento inmemorial”. [5]

En distintas doctrinas “la tierra del no olvido” está relacionada con el paraje de inmortalidad, ya que nuestro ser conoce al Ser, indudablemente se reconoce. Somos lo que conocemos, ser y conocer serían, o mejor dicho, son lo mismo “la recordación es la vida misma y el olvido un brebaje letal”. [6] Por ende la importancia del proceso de estudio en la Tradición es no sólo un proceso clave, sino imprescindible y necesario.[7] Como bien me recordaba un amigo [8] y como lo hemos leído en autores tan variados como Platón o René Guénon y en mi caso retomado de la revista Symbolos: "uno es la sustancia que ocupa su mente” o “uno es lo que conoce”

 

II

 

El símbolo transporta estas ideas, las hace tangibles, podríamos decir que “codifica” el lenguaje esotérico y, sin dejar de ser lo primero, exterioriza en variadas formas su contenido, que el corazón del hombre “decodificará”. El lenguaje, las letras y los números son ya un símbolo: sólo recordemos las antiguas escrituras como los ideogramas chinos, los jeroglíficos mayas o egipcios, entre otros, en donde encontramos una confluencia entre signo y contenido, entre mensaje y letra.

El verbo original, el Noûs sería, mejor dicho, es el Verbo revelación-forma, pues en su momento original crea y revela, por lo tanto, no cesa de existir, no tiene tiempo o espacio alguno que lo contenga y por ende sigue siendo y creando.

A partir de este lenguaje, que para nosotros es traducido en símbolos, el legado de la Tradición Unánime se va a recrear en diferentes “acepciones”, formas o tradiciones tan variadas como formas de entenderla y de “codificarla y decodificarla”, valga nuevamente la expresión. Y no sólo esto sino que, uno como hombre, tendrá un conocimiento verdadero de los símbolos según no sólo su entendimiento, sino también según su profunda revelación o interiorización que se dé, permítasenos una reiteración más, en su corazón.

Hombre de Mercurio


[1] Idea retomada del artículo de Ananda K. Coomaraswamy Recordación, India y Platónica, del cual tomamos este planteamiento inicial y otros más.

[2] Nos remitimos a una aclaración que Joscelyn Godwin hace en su artículo Anales del Colegio Invisible, en la Revista Symbolos, número 15-16, 1998, p.294, en donde comenta la diferencia del “método Socrático” a base de cuestionar creencias y opiniones aceptadas, esto como un primer paso para la adquisición del conocimiento y, por otra parte, el método utilizado para la exposición positiva. Godwin, comenta que Sócrates utilizaba el mito para la expresión de sus convicciones propias.

[3] Ananda K. Coomaraswamy. op.cit. Segunda parte p. 6

[4] Ananda K. Coomaraswamy. op.cit. p.6

[5] Idem. p.7, nota 22.

[6] Idem. p.8

[7] René Guénon a lo largo de su obra insiste en este valioso proceso que implica el conocimiento unido al estudio, o sea, la intuición intelectual.

[8] Fernando Trejos es codirector del Centro de Estudios de Simbología con sede en Barcelona, impartió dos ponencias alrededor del tema La Simbólica Hermética los días 9 y 10 de febrero del 200, en la ciudad de México.


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