Sobre
las supuestas teorías reencarnacionistas
“La Verdad última no es, para
los vedantistas, o para cualquier tradicionalista,
algo por ser descubierto, sino algo que permanece para
ser entendido por cada hombre, que debe hacer el trabajo
por sí mismo.”
Ananda K. Coomaraswamy
Sin
lugar a dudas es este tema uno de los más frecuentes
puntos de confusión y que varias veces Rene Guénon,
había denunciado y puesto en alerta. Esta confusión
a crecido ciertamente y como el metafísico francés
señaló, corresponde a cada uno, en la medida
de sus posibilidades, reaccionar y tomar distancia; y por
ello es también necesario -creemos nosotros- una abierta
y definida postura sobre el asunto de las supuestas teorías
reencarnacionistas tan en boga y de “moda” todavía
hoy en día. Para decirlo claramente no es un tema
en el cual se pueda tener una posición neutral. Es
palpable cómo cada día más personas,
escuelas y pseudo organizaciones creen en la reencarnación,
teorías infiltradas incluso en las mismas organizaciones
iniciáticas, generando terribles confusiones. Por
tanto valga esta síntesis, y glosas de algunos autores
claves como una sencilla contribución, a cuando menos
no participar en tal ánimo de especulaciones.
I
René Guénon en su libro de El error espiritista,
capítulo VI “La reencarnación”,
comenta que muchas escuelas han encontrado en esta idea de
la reencarnación una justificante ante la desigualdad
social y un “gancho” para con aquellos seres
que no encuentran consuelo ante la perdida o ante la idea
de su propia muerte. Más adelante dice “preguntarse
por qué un ser no es igual a otro, es preguntarse
por qué es diferente de ese otro; pero, si no fuera
diferente de él, ese otro sería en lugar de
ser él mismo. Desde que hay una multiplicidad de seres,
es menester necesariamente que haya diferencias entre ellos;
dos cosas idénticas son inconcebibles, porque si son
verdaderamente idénticas, no son dos cosas, sino una
sola y misma cosa.” Más adelante nos comenta “...
las diferencias y las desigualdades que uno se complace en
denunciar como injusticias reales o aparentes, concurren
efectiva y necesariamente, al contrario, a esa armonía
total...”. No es una cuestión que esté sujeta
a nuestro parecer o conveniencia, aceptar o más bien
entender esta variedad dentro de la manifestación
es de gran relevancia para poder ir comprendiendo otros niveles.
Ahora
bien antes de continuar con la crítica de la
reencarnación hagamos notar que esta idea es exclusivamente
moderna, y no hay nada que se le acerque en el taoísmo
o en el hinduismo. El término de reencarnación
debe distinguirse de otros dos conceptos totalmente diferentes,
a saber: la metempsicosis y la transmigración. Se
entiende por reencarnación cuando “el ser que
ha estado ya incorporado retoma un nuevo cuerpo, es decir,
que vuelve al estado por el que ya ha pasado; por otra parte,
se admite que eso concierne al ser real y completo, y no
simplemente a los elementos más o menos importantes
que hayan podido entrar en su constitución a un título
cualquiera.”
En
tanto que, desde el punto de vista tradicional lo que se
considera como metempsicosis es que “hay en el hombre
elementos psíquicos que se disocian después
de la muerte, y que pueden pasar entonces a otros seres vivos,
hombres o animales, sin que eso tenga más importancia,
en el fondo, que el hecho de que, después de la disolución
del cuerpo de ese mismo hombre, los elementos que le componían
puedan servir para formar otros cuerpos; en los dos casos,
se trata de elementos mortales del hombre, y no de la parte
imperecedera que es su ser real, y que no es afectado de
ninguna manera por esas mutaciones póstumas.” Así,
llegado el momento de la muerte hay elementos no sólo
corporales sino psíquicos que se diluyen. Sin embargo
esto puede ocurrir sin necesariamente la presencia de la
muerte y se da el caso que la transmisión de estos
elementos psíquicos ocurran de un ser a otro sin que
suponga la muerte del primero, véase por ejemplo la
herencia de un padre a su hijo. Es por eso que la posteridad,
desde el punto de vista de las doctrinas extremo orientales,
se le asocia con la longevidad. Los ritos funerarios en todas
las culturas tienen su razón profunda al ejercer cierta
acción sobre los elementos psíquicos del difunto,
el no cumplimiento de esto se puede ligar a fenómenos
de “obsesión”. Estas son algunas cuantas
ideas reunidas en el concepto de la metempsicosis.
Mientras
que la transmigración de lo que se trata
es “del paso del ser a otros estados de existencia,
que están definidos, como lo hemos dicho, por condiciones
enteramente diferentes de aquellas a las cuales está sometida
la individualidad humana [...] quien dice transmigración
dice esencialmente cambio de estado.” Desde el punto
de vista metafísico es fundamental entender que un
ser, cualquiera que este sea, no puede tener dos existencias
en el mundo corporal, ya sean estas sucesivas o simultaneas.
Creemos
que la demostración central sobre la imposibilidad
de la reencarnación la hace el autor desde el punto
de vista metafísico y es esta: “... la Posibilidad
universal y total es necesariamente infinita y no puede ser
concebida de otro modo, ya que, al comprender todo y al no
dejar nada fuera de ella, no puede estar limitada por nada
en absoluto [...] suponer una repetición en el seno
de la Posibilidad universal, como se hace al admitir que
haya dos posibilidades particulares idénticas, es
suponerle una limitación, ya que la infinitud excluye
toda repetición: no es sino en el interior de un conjunto
finito donde se puede volver dos veces a un mismo elemento,
y todavía ese elemento no sería rigurosamente
el mismo más que a condición de que ese conjunto
forme un sistema cerrado, condición que no se realiza
nunca efectivamente. Desde que el Universo es verdaderamente
un todo, o más bien el Todo absoluto, no puede haber
en ninguna parte ningún ciclo cerrado: dos posibilidades
idénticas no serían más que una sola
y misma posibilidad; para que sean verdaderamente dos, es
menester que difieran por una condición al menos,
y entonces no son idénticas. Nada puede volver nunca
al mismo punto, y esto incluso en un conjunto que es solo
indefinido (y no ya infinito), como el mundo corporal: mientras
se traza un círculo, se efectúa un desplazamiento,
y así el círculo no se cierra más que
de una manera enteramente ilusoria. No hay en ese más
que una simple analogía, pero puede servir para ayudar
a comprender que, ‘a fortiori’, en la existencia
universal, el retorno a un mismo estado es una imposibilidad...” Hasta
aquí esta larga pero necesaria cita que tomamos de
Guénon, y podríamos dejar en este punto este
primer apartado que ya nos parece bastante clara y contundente
la explicación desde un punto de vista que, además,
es irrefutable por tratarse del orden metafísico,
pero continuaremos a fin de no dejar lugar a vacilaciones
de la mente.
Desde
el punto de vista de los estados múltiples
del ser Guénon aclara “que incluso el estado
individual humano, que está sometido a la condición
temporal, puede representar sin embargo una multiplicidad
simultánea de estados secundarios: el ser humano no
puede tener varios cuerpos, pero, fuera de la modalidad corporal
y al mismo tiempo que ella, puede poseer otras modalidades
en las cuales se desarrollan también algunas de las
posibilidades que conlleva.” Veamos que estos estados
pueden ser asimilados o concebidos tanto simultáneos
como sucesivos pero “no se puede admitir la sucesión
sino a título de representación simbólica” y
que esto nada tiene que ver con situaciones de una supuesta
reencarnación, “si se quiere hablar de sucesión,
es menester pues tener cuidado de precisar que eso no puede
ser más que en el sentido lógico, y no en el
sentido cronológico.” Más adelante “el
mundo corporal todo entero, en el despliegue integral de
todas las posibilidades que contiene, no representa más
que una parte del dominio de manifestación de un solo
estado; este mismo estado conlleva pues, ‘a fortiori’,
la potencialidad correspondiente a todas las modalidades
de la vida terrestre, que no es más que una porción
muy restringida del mundo corporal.”
El
metafísico francés utiliza, para cerrar
su artículo, una cita de San Juan, III, 3-7: “Si
un hombre no nace de nuevo, no puede ver el Reino de Dios...
En verdad os digo, si un hombre no renace del agua y del
espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios, lo
que nace de la carne es carne, y lo que nace del espíritu
es espíritu. No os sorprendáis de que os haya
dicho, que es menester que nazcáis de nuevo” Asegurándonos
que es necesario una tremenda ignorancia como la de los espiritistas
para creer que esa cita de San Juan se trata de la reencarnación,
en tanto que es evidente que se trata del segundo nacimiento,
común “a todas las doctrinas tradicionales,
entre las cuales no hay ninguna, a pesar de las aserciones
de los ‘neoespiritualistas’, que haya enseñado
jamás algo que recuerde de cerca o de lejos a la reencarnación.”
II
Sobre
las supuestas teorías reencarnacionistas en
el Corpus Hermeticum Federico González nos recordará [1] que
los apartados 7, 8, 14 y 19 del libro X del Poimandrés,
a veces llamado La Llave o La Clave, no deben tomarse, o
no sólo, en un sentido literal, como de hecho ningún
texto sagrado, “En este caso lo que se describe allí (7-8)
podría también ser una utilización metafórica
del lenguaje en donde se quisiera dar una visión del
Alma Universal cuya energía se individualiza en un
ser que –análogo al macrocosmos– tiene
componentes que corresponden a estados distintos del Ser
Universal. [...] Se debe de destacar que tanto para el pensamiento
hermético como para las doctrinas tradicionales en
general la transmigración del alma es considerada
de modo vertical y asociada siempre con la transmutación
que esta sufre en el proceso Alquímico donde conoce
otros estados del Ser Universal. Esto se debe a que la Tradición
Hermética considera siempre el estado y tiempo actual
como condición de esa transmutación, reflejo
del Eterno Presente, donde tanto el pasado como el futuro
son inexistentes. No hay otra alternativa que asumir hoy
el proceso vital y encarnarlo sacudiéndose los indefinidos
sueños, las ilusiones y los condicionamientos, y enfrentar
ahora mismo la Iniciación, única y verdadera
realización del ser humano, totalmente ajena a cualquier
planteamiento o veleidad reencarnacionista.”
Esto
consideramos no requiere más que su atenta lectura
para la comprensión de lo vertido ahí.
III
En
el artículo de Ananda K. Coomaraswamy “La
venida del espíritu al nacimiento”, este revisa
la idea de la reencarnación y como esta nada tiene
que ver con la regeneración o la transmigración.
Plantea que estos conceptos se han malinterpretado en diferentes
momentos de la humanidad. Se propone que la doctrina de la
palingenésis se puede concebir como el fuego de una
vela que enciende a otra y a otra vela sucesivamente, sin
que por ello se extinga la primera. Es claro que el fuego
de la primera vela enciende varias velas, sin dejar de ser
el mismo y original fuego siempre.
Los modos para comprender estos conceptos, en un sentido
estricto son:
-
Transmisión de las características físicas
y psíquicas de los padres a los hijos,
- El paso de un plano de consciencia a otro durante la misma
vida, y
- La moción o peregrinación del Espíritu
de un cuerpo-alma a otro.
Para
este último caso se nos presenta el ejemplo
del cántaro con agua, el primer u original cántaro
pasará su contenido a otro cántaro, siendo
el agua el Espíritu y el cántaro el cuerpo
físico. El agua tomará la forma particular
del cántaro en que se vierta mientras esté contenido
en él. Supongamos que el cántaro se rompe,
en este instante el agua se libera y regresa al río,
al lago o al mar, en otras palabras se reintegrará a
su origen y no por eso dejará de ser agua por un lado
y por el otro tendrá la posibilidad de volver a formarse
en un cántaro distinto. “Cuando la jarra se
estrella, cuando el vaso de la vida es destruido, nos damos
cuenta de lo que estaba aparentemente delimitado no tenía
fronteras y que la ‘vida’ era un significado
que no debe de confundirse con lo ‘viviente.’”
Los
Upanishads y el Bhagavad Gita pretenden transmitir la sensación del “yo soy” desde el cuerpo
material hasta el Espíritu para poder afirmar “Tú eres
eso”. En la antigüedad este conocimiento era solo
accesible a los Brahmanes. Hoy en día se ha extendido
su difusión, desafortunadamente los lectores del siglo
XIX, XX y por supuesto los de este entrante siglo XXI, aunque
no sólo, han malinterpretado las palabras contenidas
en estos textos y entendido por sus referencias que se menciona
el “renacimiento” de la individualidad. A lo
largo de las descripciones de estos textos, se hace necesario
distinguir entre lo que es y lo que no es el Espíritu.
El Espíritu es lo que queda cuando se elimina todo
lo demás, es lo que permanece cuando se elimina el
cuerpo y alma, los sentimientos, la mente y la consciencia
del yo.
También se nos presentan algunas ideas de Plotinio
en Eneadas III.4.2 donde se dice: “…los que han
mantenido el nivel humano, son hombres una vez mas; los que
viven solo para los sentidos devienen animales…” Se
está hablando de metempsicosis y no de la transmigración
real. Estas palabras sugieren el destino del vehículo
y no el del verdadero Ser. Es en la medida que nos identifiquemos
con las vestiduras que puede decirse que nos reincorporamos
como hombres o como animales. No es el Espíritu sino
el alma quien paga, por mencionarlo de alguna forma, el castigo.
El alma, que es el componente psicofísico del ser,
es la que reaparece con las características de los
seres que vivieron en la esfera mortal, reaparece en un nuevo
ser a quien se le “adhieren” los componentes
psíquicos de otros seres que vivieron, murieron y
se desintegraron.
Las
enseñanzas sagradas sugieren que antes de la
muerte te reconozcas a ti mismo, es decir que te identifiques
en el Espíritu y no con el alma sensorial, la cual
termina desintegrándose. Esta identificación
señala una Vía que puede seguirse desde la
oscuridad a la luz, una Vía que podría garantizar
que al morir nuestra expectativa de pertenencia o finalidad
es el Espíritu, facilitándonos retornar a la
Unidad evitándonos perder en la desintegración
del alma sensorial y por ende inferior.
Tanto
el Maestro Eckhart como el Bhagavad Gita mencionan que
así como un hombre desecha sus vestiduras gastadas
y toma otras nuevas, así el Morador del cuerpo (el
Espíritu y no la personalidad humana o el “yo”)
desechando sus cuerpos gastados, entra en otros nuevos. En
Upanishads IV.4.4 dice: “Justamente así este
Espíritu, abatiendo el cuerpo y desechando su nesciencia
(ignorancia), hace para sí mismo otro nuevo y de forma
mas hermosa”. Estas ideas implican que es el Espíritu,
la Unidad, el único Ser real e indivisible, el que
renace en un cuerpo nuevo y no así la personalidad
humana individual, que se deposita en el alma y termina muriendo
(desintegrándose) al igual que el cuerpo físico.
Los
textos sagrados distinguen entre “nosotros” y
eso que en nosotros existía antes de “nuestro
nacimiento” y que existirá aún cuando “nosotros” ya
no existamos y que sea llevado al renacimiento, es decir,
a una “regeneración” o un nacer de nuevo
del Espíritu de la Luz y como el Espíritu de
la Luz. La Doctrina de Dionisio el Areopagita también
dice: “… El Bien Universal está en nosotros,
es nosotros mismos y no es nosotros”, “Cada uno
debe entrar dentro de sí mismo y descubrir así Algo
que es su verdadero sí mismo y que sin embargo no
es su sí mismo particular… Algo que no es su
individualidad, que está dentro de su alma y sin embargo
fuera de él”.
En
Lucas, 14-26 se dice: “Si un hombre viene a mi… y
no odia su propia alma no puede ser discípulo mío” Se
entiende que se refiere a su alma mas baja o elemental. Puede
compararse con el Bhagavad Gita VI.6: “Ciertamente,
el Espíritu es el enemigo de lo que no es Espíritu
y está en guerra con lo que no es el Espíritu”,
a saber, cuerpo-y-alma. Y el maestro Eckhart: “Sin
embargo, el alma debe abandonar su existencia” y de
Blake: “Bajaré hasta la aniquilación
y la Muerte Eterna, no sea que venga el Juicio Final y me
encuentre sin aniquilar, y yo sea agarrado y entregado en
manos de mi propia Egoticidad”. Ciertamente, la escritura
y la sabiduría sagradas “... se elevan con clamor
por la liberación del Sí mismo”.
Puede
decirse que de entre aquellos que contienen una idea de
la individualidad marcada o vigente y que de alguna forma
su “ego” continua teniendo cierta importancia,
no podrán soportar fácilmente los platos mas
fuertes de aquel cuya voluntad ya ha consentido a una aniquilación
de toda idea de cualquier propiedad privada en el ser, aunque
todavía pueda no haberla realizado, “siente
una especialísima delectación”, y, por
así decir, ya ha previsto y ha presaboreado una renunciación última
de todas sus grandes posesiones, ya sean físicas o
psíquicas.
Debe
de quedarnos claro que el Vedanta menciona constantemente
que existe una omnisciencia independiente de cualquier fuente
de conocimiento externa a sí misma, sin embargo “el
hombre es inconsciente de este tesoro escondido en sí mismo
porque ha heredado una ignorancia inherente a la naturaleza
misma del vehículo psicofísico que erróneamente
identifica consigo mismo. El propósito de toda enseñanza
es disipar esta ignorancia; [...] no se trata de la transmisión
de información sino del desarrollo de un Conocimiento
latente.”
“Eso eres tú” identificando Eso con el
Atma, Espíritu Santo, el Pneuma griego, el Ruh árabe,
el Ruah hebreo, el Amon egipcio, el Ch’i chino; el
Atma es esencia espiritual y por ende indivisa. Es decir, “es
el Brahman o Dios en el sentido general de Logos o Ser, considerado
como la fuente universal de todo ser que se expande, se manifiesta,
produce y es origen de todas las cosas, las cuales están ‘en’ él
como lo finito en lo infinito, pero no como una ‘parte’ de él,
pues lo infinito no tiene partes.” Si por ejemplo contempláramos
la luz veríamos que esta llena todo espacio posible
pero no deja de ser luz en sí misma sin discontinuidad;
así la Vida que insufla a las vidas.
“¿Necesitamos decir que esta no es una doctrina
de la reencarnación? ¿Necesitamos decir que
ninguna doctrina de la reencarnación según
la cual el verdadero ser y persona de un hombre que haya
vivido alguna vez sobre la tierra, ahora muerto, renacerá de
otra madre terrestre ha sido alguna vez enseñada en
la India, o por el Budismo, o para el caso, en la tradición
neoplatónica o en cualquier otra tradición
ortodoxa? [...] todo cambio es una muerte. Morimos y renacemos
diariamente, a cada instante, y la muerte, ‘llegada
la hora’, es solamente un caso particular.” Efectivamente
dice nuestro autor, que se abrigaron creencias de reencarnación
en la India, pero que esto pudo ser la resulta de una mala
interpretación popular en el lenguaje simbólico
de los textos, o por creencias de los eruditos modernos y
de los teosofistas al malinterpretar los textos de una manera
ingenua o mal informada.
La
razón principal, comenta Coomaraswamy, para no
poder sostener desde el punto de vista metafísico
la idea de la reencarnación es esta (que por cierto
nos recuerda lo que Guénon igualmente argumenta): “en
tanto que el cosmos comprende un rango indefinido de posibilidades,
todas las cuales deben de ser realizadas en una duración
igualmente indefinida, el universo presente habrá completado
su curso cuando todas sus potencialidades hayan sido reducidas
a acto justo como cada vida humana completa su curso cuando
todas sus posibilidades han sido agotadas. El fin de una
eviternidad habrá sido alcanzado sin lugar para repetición
alguna de sucesos o recurrencia alguna de condiciones pasadas.
La sucesión temporal implica una sucesión de
cosas diferentes.”
De
ahí que lo que únicamente ocurre en el
fenómeno llamado muerte es un retiro del espíritu
del vehículo contingente y fenoménico con el
que creemos -a fuerza de obstinadas y sociales repeticiones-
identificarnos cada uno de nosotros y que llamamos yo o mío.
Es decir entregamos el espíritu a donde nunca ha dejado
de pertenecer. Ante este tipo de afirmaciones, debemos siempre
estar atentos que no se trata del espíritu según
el sentido de los espiritualistas ni de una “personalidad
superviviente”, sino del principio puramente intelectual
que es reflejo del Atma o Espíritu Santo como ya se
ha mencionado, “en la muerte, el polvo retorna al polvo
y el espíritu a su fuente.”
De
una muerte se derivarán dos posibilidades, lo
que normalmente se conoce como “salvado o condenado”.
O bien la conciencia de ser este o aquel centrada en el yo
contingente y pasajero y que perecerá con él;
o bien la concentración en el espíritu y parte
con él. “Suponiendo que nuestra conciencia de
ser se ha centrado en el espíritu podemos decir, cuanto
más completamente hayamos ‘llegado a ser lo
que somos’ o hayamos ‘despertado’ antes
de la disolución del cuerpo, nuestra próxima
aparición o ‘renacimiento’ será más
cercano al centro del campo. En la muerte nuestra conciencia
de ser no va a ningún sitio sino a aquel en donde
ya se encuentra.” En este tenor podemos decir que una
vez llegado ese momento, si fuese así, esteremos dejando
cualquier elemento psicofísico, “en los que
una memoria sensitiva puede ser inherente. Tan sólo
las virtudes intelectuales sobreviven.” Nada tiene
que ver esto con la sobrevivencia de tal o cual personalidad,
es la continuación de la auténtica esencia
del ser y nada que ver con una cualquiera supuesta reencarnación.
“El sendero a seguir será aquel del rayo espiritual
o radio que nos une con el Sol Central. Éste es el único
puente que se tiende sobre el río de la vida que separa
esta orilla de la otra. [...] el paso de este puente constituye,
por estados que son definidos por sus puntos de intersección
con nuestras veintiún circunferencias, lo que propiamente
es llamado una transmigración o regeneración
progresiva. Cada paso de este camino ha sido marcado por
la muerte de un ‘yo’ anterior y un consecuente
e inmediato ‘renacimiento’ como ‘otro hombre.’” Esta
imagen que es mucho más correcta verla en espiral,
ya que es así, no se refiere sólo a un peregrinar
del hombre hacia su corazón, es decir, se rompen los
límites materialistas espacio-temporal del cosmos
y por ende de “uno” mismo, siendo el Sí mismo. “Todos
los estados del ser todos los éste o aquel de los
que hemos pensado que vienen al ser en niveles de referencia
sobreimpuestos están dentro de nosotros mismos esperando
reconocimiento...” de uno mismo por supuesto que se
percata como no siendo uno sino el Todo.
“El pabellón del Espectador es el Reino de
los Cielos que está dentro de ti, es decir, en el ‘corazón.’ [...]
es únicamente ahí donde el Espectador puede
ser visto por el contemplativo cuya mirada es retrospectiva
y que así remonta el sendero del Rayo que une al ojo
exterior con el Ojo interior, al aliento de vida con el Soplo
del Espíritu.”
Sin
embargo, desde el punto de vista de la metafísica,
este no es el fin último del hombre. El estar cara
a cara con el Ojo manifestado sería el fin último
pero desde el punto de vista de la religión, “un
lugar de descanso, pero no un hogar final [...] Resta para
nosotros pasar a través del Sol y alcanzar el ‘hogar’ empíreo
del Padre. ‘Nadie viene al Padre, sino a través
de mí.’ Hemos pasado a través de las
puertas abiertas de la iniciación y la contemplación;
nos hemos movido, mediante un autoaniquilamiento progresivo,
desde la morada más exterior de nuestro ser al más
interior, y no podemos ver camino por el cual continuar.
Sin embargo, sabemos que tras esta imagen de la Verdad por
la que hemos sido iluminados hay un algo que no es semejante
a ninguna cosa, sabemos que tras este rostro de Dios que
brilla sobre el mundo hay otro mayor en magnificencia que
no se ocupa del hombre sino que es totalmente ensimismado,
un aspecto que ni conoce ni ama nada que sea externo a sí mismo.
Es nuestra concepción de la Verdad y la Bondad la
que obstaculiza la visión de Él, quien no es
bueno ni verdadero [...] Debemos ser uno con el espectador
cuando sus ojos están abiertos y cuando están
cerrados. Si no lo somos ¿qué será de
nosotros cuando duerma?”
De
ahí que sea urgente el saber “¿Qué es
esto que el hombre debe de investigar en su vida? Esto es
que se conozca a sí mismo. Si te ignoras quedarás
fuera” San Pablo.
Para
finalizar este apartado nos pregunta Coomaraswamy, ¿cuál
es el estado del ser que ha sido así liberado de sí mismo
y ha regresado a la fuente?... se puede abordar la cuestión
desde la “consideración de los términos
en que se habla de los Perfectos. Ellos son llamados Rayos
del Sol, Soplos del Espíritu, Móviles a Voluntad.
Se dice también que son perfectos para encararse en
los mundos manifestados: es decir, perfectos para participar
en la vida del Espíritu, sea que se mueva o permanezca
en descanso. El Perfecto es un Espíritu que sopla
donde quiere. [...] Podemos compararlo con el peón
en un juego de ajedrez. Cuando el peón ha cruzado
de un extremo a otro del tablero, es transformado. Es ascendido
a reina y se le llama móvil a voluntad desde el lugar
donde su transformación fue efectuada. [...] su movimiento
anterior fue un atravesar, su movimiento regenerado un descendimiento.”
“Sin ningún deseo, contemplativo, inmortal,
auto originado, satisfecho con una quintaesencia, y sin carencia
alguna: aquel que conoce a ese Espíritu permanente,
sin edad y siempre joven, se conoce en verdad así mismo
y no teme morir.”
“Nunca deje yo de ser, y nunca dejaste tú de
ser”. Bhagavad Gita
IV
Para
cerrar esta reubicación de citas y autores,
continuaremos con el ya multicitado Ananda K. Coomaraswamy.
Los siguientes planteamientos son tomados y parafraseados
de su texto “Gradación, evolución y reencarnación” así como
de “Gradación y evolución”, texto
este último que el autor revisó pocos días
antes de pasar a otros estados del ser. [2]
“ Como he dicho a menudo Dios está creando
la totalidad del mundo ahora, en este instante.” Maestro
Eckhart.
“Ciertamente, en aquel tiempo todas las cosas tuvieron
lugar simultáneamente... pero en la narrativa se inscribió necesariamente
una secuencia debido a su subsecuente generación unas
de otras.” Filón.
Este
autor nos dirá que la uniformidad del mundo
inteligible es, en todo modo, compatible con la multiformidad
de sus manifestaciones. La vida de cada criatura es un flujo
incesante de muerte y regeneración (devenir), no hay
delimitados ni mónadas o egos, sino sólo un
Uno ilimitado. Cada forma de vida, incluida la psíquica,
es compuesta y por ende mortal; sólo la Vida sin comienzo,
que viste esas múltiples formas puede considerarse
sin fin.
Una
inmortalidad para “mi mismo”, sólo
puede postularse si nosotros excluimos del concepto de nuestro “Si
mismo” todo lo que es compuesto y variable. Los budistas
dirían mi cuerpo, mis sueños, mis pensamientos
no son mi “Si mismo”. Efectivamente somos una
posibilidad del mundo arquetípico e inteligible en
una forma palpable y legible. Los composibles (sensibles
por tanto) se tornan posibles para luego retornar a la Unidad.
El sol de soles es ese que ilumina a todo ser en su descenso-ascenso,
es un “Sol que no todos los hombres conocen con su
mente” diferente al sol físico. Apolo diferente
de Helios.
Por
ende, como podemos imaginar –en el amplio significado
de la palabra– las imágenes solo están
para usarse como “soportes de la contemplación” de
los poderes invisibles, nunca para perdernos en ellas o para
sustituir nuestro proceso mental y de reconocimiento. Todo
lo que fluye está representado allí en toda
su variedad, aunque no en una sucesión temporal sino
de una sola mirada: Todo puede verse a la vez.
La
Vida es libre, las vidas no; sin embargo está dentro
de nuestro poder, o mejor dicho de nuestras posibilidades,
el subir encima de nuestro destino e incluso más allá del
monte Helicón y por una verificación de la
identidad de nuestro Si mismo con la Vida que jamás
está sujeta y que jamás deviene alguien, sino
que está en el mundo y no es de él. “Eso
eres tú”, que por cierto, insistimos, es el
propósito de todos los textos sagrados de la doctrina
del Vedanta, despertar ese saber.
“El que conoce a su Si mismo más manifestado,
alcanza el Ser manifiesto.” Conoce lo que es y no es
mundano y desde lo mortal busca ganar lo inmortal. Y todo
esto no es una teoría de los renacimientos de las
almas individuales. La migración del alma es un despertar
de esa ilusión, del sueño del “olvido
de Si mismo.” La doctrina implica un largo camino hacia
una conciencia del Si mismo perfecta –en la que hay
implícita un ego olvido– y nada de esto tiene
en común con la noción de la “reencarnación” de
las almas que habitarían sucesivos cuerpos terrestres.
Es el reconocimiento de que toda forma de vida está animada
por una y misma Vida o Si mismo Espiritual, una Vida que
no escoge ni elige entre sus habitaciones, sino que vivifica
a todas y cada una imparcialmente, “Vivo, pero no yo,
sino Cristo en mí”, San Pablo.
El “que ha nacido muchas veces y que ha presenciado
todas las cosas a la vez en este mundo y en el otro, ha aprendido
todas las cosas, sin excepción; de manera que no hay
que maravillarse de que sea capaz de recordar todo lo que
conoció antes.” Platón. O bien, “Si
yo conociera a mi Si mismo tan íntimamente como debo,
tendría un conocimiento perfecto de todas las criaturas.” Y
esta otra, “Hasta que el alma no conoce todo lo que
tiene que ser conocido, no puede pasar al Dios Desconocido.” Maestro
Eckhart.
Y
por eso podríamos afirmar, junto con Hermes Trismegisto: “Ahora
que yo veo en la Mente, me veo a mí mismo que yo soy
el Todo. Yo estoy en el cielo y en la tierra, en el agua
y en el aire; yo estoy en los animales y en las plantas;
yo soy un niño en la matriz, y el que todavía
no está concebido, y el que ha nacido; yo estoy presente
por todas partes” Lib. XIII. 11-13 Y en este sentido
es que debemos entender los libros sagrados cuando nos dicen: “Un
hombre nace sólo una vez, pero yo he nacido muchas
veces.” Y “Antes de Abraham yo soy.” Esto
se debe a que el Uno y muchos, es la forma única de
muchas cosas diferentes. Toda forma de vida están
encordadas en uno y mismo hilo.
“El comienzo, que es pensamiento, concluye en la acción;
sabe que de tal manera era la construcción del mundo
en eternidad” Muhammad.
En
toda doctrina tradicional la Eternidad no es durar para
siempre, sino siempre- Ahora. El momento sin duración,
el punto sin extensión, estos son los Medios de Oro
y la inconcebible Vía Recta que lleva del tiempo a
la eternidad, de la muerte a la inmortalidad. Así que,
en verdad, nos dice la Tradición Primordial o Unánime
en voz de Ananda K. Coomaraswamy: no hay ningún otro
transmigrante que el Señor, que a la vez es trascendentemente Él
mismo y el Si mismo inmanente en todos los seres y que jamás
deviene alguien. Por eso si encontramos a Krishna diciendo
a Arjuna o el Buddha a sus Mendicantes: “larga es la
senda que nosotros hemos caminado, y son muchos los nacimientos
que vosotros y yo hemos conocido”, la referencia no
es a una pluralidad de esencias (o almas) sino al Hombre
Común en cada hombre, Hombre que en la mayoría
de los hombres se ha olvidado a sí mismo, pero que
en el redespertado a alcanzado el fin de la vía, y
habiendo acabado con todo el devenir, ya no es personalidad
en el tiempo, ya no es un alguien, ya no es uno de quien
se pueda hablar por un nombre propio.
“El peregrino, la Peregrinación y la Senda
eran sólo Mí mismo hacia Mí mismo.” Far´du’d-d´n ‘AÊÊar
“He ingrese nuevamente a la caverna, aquella cavidad
que desde siempre señalaba el lugar de unión...
y tras de mí ¡he ahí que se borraron
mis huellas! Entonces mi si mismo halló a su Si Mismo.” Anónimo.