De la cicuta a la cruz
Frater Faber Dardănǐus

 

Sobresalen una gran cantidad de planteamientos sobre los encuentros y desencuentros entre dos personajes como Sócrates y Jesús. Sin demeritar este ejercicio nos preguntamos si no sería sumamente interesante en algún momento hacer algo similar entre Pitágoras y Jesús, (o que decir del Buda) o bien sumarlo para conformar entre los tres el parangón.

No pretendemos agotar todas las posibilidades, sólo piénsese que el nacimiento de Pitágoras estuvo envuelto en una atmósfera peculiar entre designios y “curiosas” señales, que se le dio el mote de el Divino Pitágoras, que tuvo seguidores y todos ellos junto con su maestro fueron perseguidos y muchos muertos; que se decía que tenía un muslo de oro, seguramente recordando que Dionisos había renacido del muslo de su padre Zeus y que esta forma se le relacionó antiguamente con la configuración de las estrellas de la hoy llamada Osa Menor, conjunto de estrellas que contiene a la Polar y por ende se le relacionaba con una cierta directriz a seguir (por lo que dibuja en forma de svástica); o que decir del concepto de la Mónada y de la Unidad el cual ya comentamos brevemente en nuestro anterior artículo.

Por cierto que esta última idea en conjunto con los planteamientos de Sócrates sobre la divinidad nos deberían al menos de cuestionar la moderna idea del supuesto politeísmo entre los griegos. Si esto era así ¿qué pensar de estos planteamientos de dos grandes filósofos y que seguramente influyeron en sus contemporáneos y otras generaciones más?, ¿le restamos importancia a los innegables planteamientos de estos pensadores y nos vamos con las creencias de los profanos?

No es poca cosa lo que queremos decir con ello, ya que como San Justino afirmó es la idea del Logos o del Verbo que es “como una emanación” de la luz verdadera la que encontramos tanto en Sócrates y Jesús, y Pitágoras agregaríamos nosotros. Y también pensamos que si Clemente y Orígenes hubiesen conocido ampliamente los planteamientos pitagóricos bien lo hubiesen relacionado en este tenor de ideas.

La inmortalidad del alma es otro punto que encontramos en estos tres seres, expresada de formas variadas aunque en su esencia sea la misma. Es claro que para muchos estudiosos es poco comprensible el sacrificio del gallo a Esculapio y que tiene a bien solicitar Sócrates ante de su inminente muerte.

San Agustín también mantuvo en todo lo alto su opinión hacia Sócrates, esto indudablemente le garantizó al filósofo ateniense una mayor aceptación entre los cristianos. No obstante no es la opinión, por más relevante que sea el personaje, lo que debe de rescatarse del mundo de las doctrinas y de las ideas. Es decir, lo relevante de Sócrates serán sus planteamientos mismos acerca de valores que constantemente están en la vida de todos los hombres y que al igual que Jesús decidió hablarle al pueblo con parábolas, así Sócrates se acercó al ágora para compartir con todos su conocimiento. El consejo délfico de “conócete a ti mismo” y que también incorpora Sócrates en sus planteamientos bien pudiera ser una primicia cristiana para todo aquel que quisiese acercarse a su doctrina.

Uno se enfrenta a los planteamientos engañosos de los sofistas, el otro a la falsa devoción farisaica. Nuevamente varios puntos de unión entre los tres, sumando a Pitágoras: ninguno jamás escribió sus enseñanzas, fueron los discípulos quienes recogen su saber; tenían una tremenda claridad en cuanto a su actuar y de lo que querían legar, atraen el odio de los medianos y fueron acusados públicamente con suposiciones y mentiras. Enfrentaron al poder establecido.

Uno de ellos, ante los jueces que lo condenan, afirma que todo cuanto ha hecho no era sino el cumplimiento de la ley divina, también dijo que se encontraba en extrema pobreza por su servicio a Dios. Y no fue Cristo el de estas afirmaciones sino el mismo Sócrates que se mantuvo inalterable ante la condena, ya que consideraba que así era el designio de la divinidad y que era mejor cumplirlo a sufrir el deshonor y abandonar todo por lo que había creído y vivido. Obedecer a Dios antes que a los hombres. Todos estos preceptos, si es que cabe considerarlos así, no sólo los podemos ver como cristianos sino precisamente universales.

En todos los tiempos sin embargo la verdad no ha pecado aunque si incomodado a lo establecido, al sistema de creencias ciegas y de “verdades” no cuestionadas y aceptadas como tales. Los filósofos de todos los tiempos y lugares pueden dar cuenta de ello, ¿qué pasaría si Jesús volviera a predicar en estos tiempos?, ¿acaso existirán uno o varios Sócrates disfrazados de locos o vagabundos por las calles de cualquier megalópolis? Pensamos que si esto fuese afirmativo la única diferencia es que tristemente no tendrían discípulos ni seguidores, sólo una camisa de fuerza impuesta por la ignorancia, a uno lo volverían a envenenar, al otro a crucificar. Y ya el tercero tendría de nuevo que salir corriendo ante la quema de su centro iniciático.

Tomemos aprendizaje del ejemplar Sócrates he intentemos como él también lo fue, ser verdaderos hombres universales:

“Éste no es el lenguaje de la verdad, pues para nosotros es cosa evidente que en ningún caso es justo hacer a nadie el mal.”
“No debe de responderse a la injusticia con la injusticia, ni hacer a nadie el mal, aun a quien nos lo haya hecho.”
“Porque Dios no es, bajo ningún aspecto ni de ninguna manera, injusto, antes bien es supremamente justo, y nada se le asemeja más que aquel de nosotros que llegue a ser el más justo.”

Así que todos estos mensajes se dirigen al corazón de sus oyentes mediante la enseñanza oral que es directamente proporcional a su fuerza inspiradora. Será nuevamente un cristiano el que dirá que “por eso también no quisieron escribir nada Pitágoras ni Sócrates, que fueron, entre los gentiles, los maestros por excelencia.” Es por supuesto la Suma Teológica de Tomás de Aquino.

Y bueno, si se nos permite una licencia, cerraremos con el maestro por excelencia, aquel que no discute o teoriza, ni investiga, pues él sabe y por eso simplemente enseña: “Yo por esto nací, y por esto vine al mundo, para dar testimonio de la Verdad.”

 

 

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