Resulta por lo menos interesante que a muchos iniciados de una u otra doctrina, con supuestos altos avances en las esferas del autoconocimiento, se les “escape” de las manos o de su “saber” este crucial y fundamental punto que toca René Guénon en sus estudios. Efectivamente, aquellos que discuten con las formas se estacionan en ellas mismas.
No obstante, la delicada tarea de observar dos, tres o más vías, siempre deberá de seguirse bajo los parámetros de las cualificaciones de los individuos que reciben dichas iniciaciones. Lo cual los obliga de antemano, a tener un centro claro y libre de escombros. Pues su responsabilidad se verá incrementada en la misma proporción que han aceptado interiorizar en tales caminos o vías.

A propósito de las "conversiones"

René Guénon

La palabra "conversión" puede ser empleada en dos sentidos totalmente diferentes: su sentido original es aquel que la hace corresponder al término griego metanoia, que expresa propiamente un cambio de nous, o, como ha dicho A. K. Coomaraswamy, una "metamorfosis intelectual". Esta transformación interior, como por otra parte indica la propia etimología de la palabra latina (de cum-vertere), implica a la vez una "reunión" o una concentración de las potencias del ser, y una especie de "inversión" por la cual ese ser pasa "del pensamiento humano a la comprensión divina". La metanoia o la "conversión" es entonces el tránsito consciente de la mente entendida en su sentido ordinario e individual, y considerada como inclinada hacia las cosas sensibles, a lo que es su transposición en un sentido superior, donde se identifica con el hêgemôn de Platón o con el antaryâmî de la tradición hindú. Es evidente que se trata de una fase necesaria en todo proceso de desarrollo espiritual; se trata entonces, insistimos, de un hecho de orden puramente interior, que no tiene absolutamente nada en común con un cambio exterior y contingente cualquiera que dependa simplemente del dominio "moral", como muy a menudo se tiene tendencia a creer hoy en día (y se llega incluso, en este sentido, a traducir metanoia por "arrepentimiento"), o del dominio religioso y más generalmente exotérico (1).

Por el contrario, el sentido vulgar de la palabra "conversión", el que ha llegado a tener constantemente en el lenguaje corriente, y que también es aquel en el cual lo tomaremos ahora tras esta indispensable explicación para evitar todo equívoco, este segundo sentido, decimos, designa únicamente el paso exterior de una forma tradicional a otra, sean cuales sean las razones por las cuales ha podido ser determinado, razones muy a menudo contingentes, a veces incluso desprovistas de toda importancia real, y que en todo caso no tienen nada que ver con la pura espiritualidad.

Aunque sin duda pueda haber a veces conversiones más o menos espontáneas, al menos en apariencia, son, lo más frecuentemente, una consecuencia del "proselitismo" religioso, y es evidente que todas las objeciones que puedan formularse contra el valor de éstas se aplican igualmente a sus resultados; en suma, el "conversor" y el "converso" hacen gala de una misma incomprensión del sentido profundo de sus tradiciones, y sus actitudes respectivas demuestran manifiestamente que su horizonte intelectual está igualmente limitado al punto de vista del exoterismo más exclusivo (2). Aparte de esta razón de principio, debemos decir que, también por otros motivos, apreciamos muy poco a los "conversos" en general, no porque se deba a priori poner en duda su sinceridad (no queremos considerar aquí el caso, no obstante muy frecuente de hecho, de quienes no son movidos más que por algún bajo interés material o sentimental, a los que más bien se les podría llamar "pseudo-conversos"), sino en principio porque dan prueba por lo menos de una inestabilidad mental más bien molesta, y a continuación porque casi siempre tienen tendencia a hacer alarde del "sectarismo" mas estrecho y exagerado, sea por un efecto de su temperamento, que empuja a algunos de entre ellos a pasar de un extremo a otro con una desconcertante facilidad, sea simplemente por desviar las sospechas de las cuales creen ser objeto en su nuevo medio. En el fondo, se puede decir que los "conversos" son poco interesantes, al menos para quienes consideran las cosas fuera de todo prejuicio de exclusivismo exotérico, y que, además, no tienen ningún interés por el estudio de ciertas "curiosidades" psicológicas; y, por nuestra parte, creemos mas conveniente no tenerlos demasiado cerca.

Dicho esto de forma clara, debemos señalar (y es a esto sobre todo a lo que queríamos llegar) que a veces se habla inoportunamente de "conversiones", en casos en los cuales esta palabra, entendida en el sentido que acabamos de mencionar, como de hecho es siempre, no podría aplicarse en modo alguno. Queremos hablar de quienes, por razones de orden esotérico o iniciático, son llevados a adoptar una forma tradicional distinta a aquella en la cual podrían estar vinculados por su origen, sea porque ésta no les ofrece ninguna posibilidad de este orden, sea solamente porque la otra les suministra, incluso en su exoterismo, una base más apropiada a su naturaleza, y en consecuencia más favorable para su trabajo espiritual.

Éste es, para cualquiera que se sitúe en el punto de vista esotérico, un derecho absoluto contra el cual no puede ninguno de los argumentos de los exoteristas, puesto que se trata de un caso que, por definición, está completamente fuera de su competencia. Contrariamente a lo que tiene lugar en una "conversión", no hay aquí nada que implique la atribución de una superioridad en sí a una forma tradicional sobre otra, sino únicamente lo que se podría denominar una razón de conveniencia espiritual, que no es lo mismo que una simple "preferencia" individual, y con respecto a la cual todas las consideraciones exteriores son perfectamente insignificantes. Por supuesto, quien puede legítimamente actuar así debe, desde el momento en que es realmente capaz de situarse en el punto de vista esotérico, tal como hemos indicado, tener conciencia, al menos en virtud de un conocimiento teórico, ya que aún no efectivamente realizado, de la unidad esencial de todas las tradiciones; y sólo esto basta evidentemente para que, en lo que le concierne, una "conversión" sea algo enteramente desprovisto de sentido y verdaderamente inconcebible.

Si se nos pidiera ahora la razón por la que existe este caso, responderíamos que es ante todo debido a las condiciones de la época actual, en la que, por un lado, algunas tradiciones se han vuelto, de hecho, incompletas "por arriba", es decir, en cuanto a su parte esotérica, que sus representantes "oficiales" han llegado incluso a negar más o menos formalmente y, por otro, ocurre muy a menudo que un ser nace en un medio que no es el que le conviene realmente y el que puede permitir el desarrollo normal de sus posibilidades, especialmente en el orden intelectual y espiritual; es con seguridad lamentable en más de un aspecto que ello sea así, pero estos son los inconvenientes inevitables en la presente fase del Kali-Yuga.

Además de este caso de quienes se "establecen" en una forma tradicional porque es la que pone a su disposición los medios más adecuados para el trabajo interior que todavía han de efectuar, hay otro del cual debemos decir también algunas palabras: es aquel de los hombres que, llegados a un alto grado de desarrollo espiritual, pueden adoptar exteriormente tal o cual forma tradicional según las circunstancias y por razones de las cuales son los únicos jueces, tanto más cuanto que estas razones son generalmente de aquellas que escapan forzosamente a la comprensión de los hombres ordinarios. Aquellos están, debido al estado espiritual que han alcanzado, más allá de todas las formas, de manera que no se trata para ellos de apariencias exteriores, que no podrían en absoluto afectar o modificar su realidad íntima; no solamente han comprendido, como los que mencionábamos anteriormente, sino que plenamente han realizado, en su principio mismo, la Unidad fundamental de todas las tradiciones.

Sería entonces aún más absurdo hablar aquí de "conversiones", y no obstante ello no impide que hayamos visto a algunos escribir seriamente que Shrî Râmakrishna, por ejemplo, se había "convertido" al Islam en tal período de su vida y al Cristianismo en tal otro; nada podría ser más ridículo que semejantes afirmaciones, que dan una idea muy triste de la mentalidad de sus autores. De hecho, para Shrî Râmakrishna, se trataba solamente de "verificar" en cierto modo, a través de una experiencia directa, la validez de "vías" diferentes representadas por esas tradiciones, las cuales temporalmente asimila; ¿qué hay aquí que pueda parecerse de cerca o de lejos a una "conversión" cualquiera?

De manera general, podemos decir que quien tenga conciencia de la unidad de las tradiciones, sea por una aprehensión simplemente teórica o con mayor razón por una realización efectiva, es necesariamente, por ello, "inconvertible"; por otra parte, es el único que verdaderamente lo es, pudiendo siempre los demás, a este respecto, estar más o menos a merced de circunstancias contingentes. No se podría denunciar más enérgicamente el equívoco que conduce a algunos a hablar de "conversiones" allí donde no hay huellas de ello, pues es importante cortar de cuajo las numerosas necedades de este género que están extendidas en el mundo profano, y bajo las cuales, muy a menudo, no es difícil adivinar intenciones claramente hostiles a todo lo que depende del esoterismo.

 

NOTAS:
   
(1). Sobre este tema, ver A. K. Coomaraswamy, On Being in One's Right Mind ("Review of Religion", nº de noviembre de 1.942).
   
(2). En el fondo, no hay conversión realmente legítima en principio más que la que consiste en la adhesión a una tradición, sea cual sea por lo demás, por parte de quien anteriormente estaba desprovisto de todo vínculo.
 
Publicado en "Etudes Traditionnelles", octubre-nov. de 1948.

 


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